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Por Ximena Rojo Brizuela

Coordinadora NOA de CASAFE

En un contexto donde la sustentabilidad es cada vez más relevante, la protección de cultivos sensibles frente a herbicidas hormonales se posiciona como un tema importante para productores del sector agro productivo, mercados y comunidades rurales. El mal manejo de estos productos puede generar pérdidas económicas y alterar la convivencia en las regiones agrícolas, por lo que es necesario preguntarse cómo prevenir inconvenientes en su aplicación.

Los cultivos sensibles poseen características fisiológicas y estructurales que los hacen vulnerables a herbicidas hormonales como el 2,4-D, Dicamba y Picloram. Algunos de ellos son las hortalizas (tomate, pimiento o berenjena), los frutales (vid, cítricos o manzano), las leguminosas (soja, alfalfa, garbanzo y poroto), algunas oleaginosas (como girasol), y algunos industriales (tabaco y algodón).

Estas sustancias, diseñadas para controlar malezas de hoja ancha, pueden causar efectos fitotóxicos severos incluso en dosis mínimas. La deriva, la volatilización y la contaminación accidental son las principales vías de exposición, generando síntomas como deformaciones foliares, epinastia, clorosis y pérdidas de rendimiento.

Implementar Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) es el primer paso para prevenir estos impactos. En este sentido, se debe contemplar:

Distancias de amortiguamiento: respetar las zonas de seguridad entre cultivos sensibles y áreas tratadas.

Tecnologías de aplicación: utilizar boquillas antideriva (por ejemplo, AI11002), tamaños de gota gruesa (mayor a 350 micrones) y coadyuvantes antievaporantes.

Condiciones climáticas: realizar aplicaciones en horas de menor viento (entre 3 y 15 km/h), con un delta T entre 2 y 5, y evitar periodos de inversión térmica.

Estas acciones no solo previenen daños, sino que también refuerzan la sostenibilidad del sistema productivo, alineándose de esta manera, a las actuales demandas del mercado y regulaciones ambientales.

También la tecnología desempeña un rol crucial en la protección de los cultivos sensibles. Herramientas como drones y mapas satelitales permiten identificar áreas de riesgo mientras que estaciones meteorológicas ayudan a monitorear condiciones climáticas críticas para la aplicación. Esta combinación de datos geoespaciales y predicciones climáticas permite ajustar la práctica y minimizar considerablemente los riesgos.

Sin embargo, no basta por sí sola. La capacitación continua es fundamental para que productores y operarios comprendan tanto las características de los fitosanitarios como las particularidades de los cultivos sensibles. Un operario informado puede tomar decisiones precisas que protejan tanto la productividad como la calidad de los cultivos.

En regiones agrícolas, la coordinación entre productores vecinos es también una estrategia importante. Comunicar de manera proactiva los calendarios de aplicaciones y las áreas sensibles no solo previene conflictos, sino que también fortalece la confianza y la convivencia armónica entre estos.

En resumen, la protección de cultivos sensibles frente a herbicidas hormonales trasciende lo técnico: es un compromiso con la eficiencia, la sostenibilidad y el futuro de la agricultura. Adoptar prácticas responsables y fomentar la colaboración protege los cultivos, el sustento de las comunidades rurales y la calidad de los productos que llegan a los mercados.

Este desafío exige responsabilidad, visión y acción conjunta; y no es solo una cuestión económica, es una inversión que garantiza el bienestar de la agricultura y de quienes dependen de ella.