Por Juan Pablo Daruich
Coordinador Región CUYO de CASAFE
Cuando hablamos de huella hídrica, nos referimos a un indicador clave que nos permite entender el volumen de agua utilizado en la producción de los bienes y servicios que consumimos diariamente. Se puede aplicar a diferentes niveles: desde individuos hasta industrias y países enteros. Básicamente, mide la cantidad de agua necesaria para producir algo, y es una herramienta esencial para evaluar nuestro impacto en los recursos hídricos.
La huella hídrica no es uniforme y se puede desglosar en tres categorías, que se diferencian por el tipo de agua utilizada:
➜ Huella Hídrica VERDE: Relacionada con el agua de lluvia incorporada en los productos. Es especialmente relevante para cultivos agrícolas que dependen principalmente de la precipitación.
➜ Huella Hídrica AZUL: Se refiere al uso consuntivo de agua dulce, ya sea superficial o subterránea, que se evapora o se incorpora en el producto. Es común en procesos industriales y agrícolas que requieren riego adicional.
➜ Huella Hídrica GRIS: Este tipo mide la cantidad de agua necesaria para diluir los contaminantes y mantener la calidad del agua, destacando el impacto de los vertidos o efluentes en los cuerpos de agua.
La Producción Agropecuaria y el recurso hídrico
En términos de demanda hídrica a nivel mundial, podemos decir que la producción agropecuaria es una de las actividades que más utilizan este recurso. Según datos de la FAO, alrededor del 70% del consumo de agua global está destinado a la producción de alimentos, desde su cultivo hasta su procesamiento. Por ejemplo, para producir una sola copa de vino se requieren aproximadamente 120 litros de agua y para 1kg de arroz, 1.700 litros. Esto ilustra la cantidad de agua utilizada y su rol extremadamente relevante para que los alimentos y fibras lleguen a nuestras casas. Tal es así que, el sector agropecuario, debe implementar prácticas y tecnologías que reduzcan la huella hídrica durante el proceso productivo.
A nivel de producción se podrían implementar sistemas de riego más eficientes, como el riego por goteo o aspersión. También pueden incorporarse a los establecimientos sensores para monitorear la necesidad hídrica de los cultivos, y/o construir reservorios de agua. Además, conservar el suelo a través de prácticas como la siembra directa y la agricultura regenerativa, mejora la retención de agua y contribuye a una mayor sostenibilidad.
A nivel tecnológico, la inversión en investigación y desarrollo, y la incorporación de nuevas tecnologías, crean nuevas soluciones a la problemática de la huella. Por ejemplo, en el desarrollo de nuevas variedades de cultivos resistentes a la sequía o cultivos con menor demanda de agua. También, el uso de drones en la aplicación de insumos puede reducir el consumo de agua hasta en un 90%, comparado con otros métodos.
El campo ha recorrido un largo camino en términos de sustentabilidad. En el caso de la huella hídrica, uno de los mayores desafíos es la falta de medición y monitoreo. Como dice el dicho: “lo que no se mide, no se mejora”. Hoy hay muchas empresas que asesoran y capacitan en la medición y reducción de la huella hídrica. Pero, además de conocer de qué se trata, es necesario el compromiso para implementar prácticas que mejoren la situación actual.
Existe una normativa para medir la huella hídrica. Se trata de la norma Huella de agua – IRAM-ISO 14.046, que establece los principios, requisitos y directrices para la cuantificación y evaluación de la huella de agua. Esta huella mide el volumen total de agua consumida y contaminada directa o indirectamente a lo largo del ciclo de vida de un producto, proceso o servicio, considerando tanto el consumo de agua superficial y subterránea como el impacto sobre la calidad del agua.
La huella hídrica no se limita solo a la producción industrial o agrícola; también incluye nuestras actividades diarias. Desde lavarnos la cara al despertar hasta cepillarnos los dientes antes de dormir, cada acción consume agua y hay herramientas online gratuitas y pagas para medir nuestra huella hídrica personal y reducir nuestro impacto en el planeta.
Medir y ser conscientes de nuestra huella hídrica es el primer paso hacia un uso más responsable y sostenible del agua.