Por el Ingeniero agrónomo Ramiro Oviedo Bustos
(MP 82-20056) – Presidente de AAPPCE
En su publicación “Directrices para el desarrollo de políticas de manejo de plagas y plaguicidas [2010]”, FAO define el Manejo de Plagas (M. I. P.) de la siguiente manera:
“La consideración cuidadosa de todas las técnicas de control de plagas y la subsiguiente integración de medidas apropiadas que frenen el desarrollo de poblaciones de plagas y que mantengan a los plaguicidas y a otros tipos de intervenciones en niveles que se justifiquen económicamente y que reduzcan o minimicen los riesgos para la salud humana y el medioambiente.”
En este contexto, la evaluación del desarrollo de las poblaciones de plagas es el pilar sobre el cual se asienta el programa y es el primer objetivo del monitoreo de los cultivos.
El monitoreo de cultivos es la observación detallada de los factores bióticos que interactúan con el ambiente y que pueden limitar su rendimiento. En este concepto englobamos a las plagas, a sus controladores naturales y a las interacciones entre éstos, el cultivo y el ambiente.
En forma práctica, al llegar a un lote determinamos el estado de desarrollo del cultivo, cuantificamos las plagas (orugas, por ejemplo) y calculamos el daño que provocaron (porcentaje de defoliación). También observamos la presencia de enemigos naturales de la misma (predadores como chinche Nabis, entomopatógenos como Nomurea rileyii) y las condiciones ambientales que pueden influir en el desarrollo de este ecosistema agrícola.
Es importante seguir un protocolo de trabajo para que la toma de datos sea comparable en cada uno de los muestreos realizados. A partir de este momento, con la evaluación de datos anteriores obtenidos del mismo cultivo, se realiza el diagnóstico para la determinación de la necesidad de aplicación de un fitosanitario.
El concepto sobre el cual se basa el diagnóstico, es que la plaga produzca sobre el cultivo un daño (disminución del rendimiento) mayor al costo de control (umbral de daño económico).
La valoración del Riesgo de posibles daños sobre el ambiente y la salud humana tienen una jerarquía aún mayor que los UDE para la toma de decisiones, la cual considera 2 aspectos muy importantes, que son el nivel de toxicidad de los productos fitosanitarios y el nivel de exposición al mismo.
En ese sentido, se deben privilegiar los productos con menor toxicidad aguda (productos banda verde) y mejor perfil ecotoxicológico (rápida degradación, que no se lixivien a napa).
Si bien este último concepto es muy importante, lo es más la exposición que podemos generar al mismo. Existen protocolos para minimizar la exposición que puede implicar cualquier aplicación y que han sido determinados por las BPA.
Otro concepto importante al momento de elección de los activos es la rotación de modos de acción para evitar aparición de resistencias, el cual también están consideradas dentro de las BPA.
¿Qué son las Buenas Prácticas Agrícolas?
El término Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) hace referencia a una manera de producir y procesar los productos agropecuarios, de modo que los procesos de siembra, cosecha y pos-cosecha de los cultivos cumplan con los requerimientos necesarios para una producción sana, segura y amigable con el ambiente. Así, las Buenas Prácticas Agrícolas:
> Promueven que los productos agropecuarios no hagan daño a la salud humana y animal ni al medio ambiente, trabajando sobre el nivel de exposición;
> Protegen la salud y la seguridad de los trabajadores;
> Tienen en cuenta el buen uso y manejo de los insumos agropecuarios.
La Red de Buenas Prácticas ha realizado un documento sobre el uso de las BPA en cultivos extensivos e intensivos, que se pueden consultar en sitio www.redbpa.org.ar
Tras las aplicaciones y respetando los tiempos de reingreso al cultivo de cada fitosanitario (a los efectos de cuidar la salud de los operarios), se repite el monitoreo, que en este momento permite determinar la eficacia de la técnica de control aplicada y, eventualmente, un diagnóstico temprano de resistencia al activo utilizado permitiendo tomar las medidas necesarias para evitar la diseminación de los individuos resistentes.
Los intervalos de monitoreo están en función de la dinámica de las plagas y del cultivo. Suele tomarse como valor normal 7 días, aunque el período disminuye cuando se incrementa la población de la plaga y las condiciones ambientales son favorables para su evolución.
La campaña de trigo de este año estuvo caracterizada por la aparición tardía de roya del tallo y royo estriada en materiales susceptibles, provocando graves pérdidas en lotes no monitoreados. Aparición de chinches en etapas reproductivas.
En maíz se verificó una alta presión de roya en siembras tempranas y materiales susceptibles. Alta presión de cogollero y oruga de la espiga en siembras de diciembre con daños variables según evento.
En soja, se observó alta presión de bacteriosis, septoria y aparición tardía de cercospora kikuchii y MOR. Apareció el barrenador del brote, plaga que prácticamente había desaparecido con la introducción de la SD. Alta presión de chinches en los cultivos de 2°.
Estos son los datos que manejamos en la Asociación Argentina de Protección Profesional de Cultivos Extensivos (AAPPCE), que está conformada por profesionales involucrados con el manejo de cultivos extensivos a lo largo de todo el país.
Con nuestros colegas coincidimos en la forma de evaluar las problemáticas a las cuales hacemos frente: Promovemos la protección profesional de cultivos dentro de una agricultura sustentable que permita la seguridad alimentaria protegiendo el medio ambiente y el capital humano; y compartimos un modo de trabajo participativo, que favorezca la creación de soluciones innovadoras y sustentables haciendo un uso racional de los recursos.
Más info: www.aappce.org