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La agricultura tradicional utiliza una serie de productos fitosanitarios que también están autorizados para agricultura orgánica. Los fitosanitarios, por definición, son cualquier sustancia, natural o de síntesis química, que esté destinada a la prevención y control de plagas, enfermedades y malezas.

Bajo ese concepto, hay una serie de productos de síntesis natural que son utilizados en agricultura tradicional y una serie de productos de síntesis química, que son utilizados en agricultura orgánica y están aprobados por el Senasa para ese uso. Por ejemplo, el sulfato de cobre es un principio activo que se utiliza en ambos tipos de producciones como fungicida, y tiene una toxicidad mucho más elevada que los utilizados comúnmente por la agricultura tradicional.

También la abamectina, un insecticida de origen natural que está aprobado para ambas producciones, pero es de una toxicidad bastante elevada, ya que pese a ubicarse en banda amarilla, es utilizada en producción orgánica. Lo mismo ocurre con el insecticida spinosad, otra molécula de origen natural que es utilizada en ambos tipos de producción, pero también tiene una elevada toxicidad.

Esto nos permite afirmar que no se trata de agricultura tradicional versus orgánica, sino del modo que se utilicen los productos, el que puede ocasionar inconvenientes. Porque, como vemos, en agricultura orgánica también se utilizan productos de elevada toxicidad, que de hecho son mucho más tóxicos que los empleados en los sistemas tradicionales de producción, que son extensivos.

Desde CASAFE creemos que hay una serie de pasos a seguir previos a una aplicación con productos fitosanitarios, y esto se llama manejo integrado de plagas (MIP). Esto es, utilizar cualquier acción para poder controlar las adversidades sin tener que aplicar fitosanitarios, que debe ser la última instancia a seguir. Lo que promovemos como institución, por lo tanto, es que se haga una evaluación y monitoreo de cultivos, que se chequee que la aplicación se haga recién cuando el cultivo alcance los umbrales de daño adecuado. Es decir, evaluar si vale la pena o no hacer un gasto para una aplicación.

Ahora, cuando hay que utilizar un producto fitosanitario, es importante que se tenga presente que se trabaja con productos que no son inocuos y que tienen su nivel de toxicidad, y sea orgánica o no la producción es indistinto, porque va a afectar de la misma manera a cualquier persona, sea cual sea el tipo de producción elegido.

Es un mito que la agricultura orgánica no emplee productos fitosanitarios. Es más, los productos que se utilizan en la producción orgánica son mucho menos eficientes que los que se emplean en agricultura tradicional, por lo cual el número de aplicaciones que deben hacerse es mucho más grande, para poder controlar la misma plaga.

Por ejemplo, si yo tengo que utilizar un producto de origen natural, tengo que hacer dos o tres aplicaciones para eliminar una plaga. En cambio, si utilizo un producto de síntesis química, con una aplicación ya alcanza.

La diferencia que realmente cuenta son los residuos que puedan quedar en el alimento. No con todos los productos orgánicos pasa, porque al ser naturales, no dejan residuos. En cambio, sí pueden dejarlos los fitosanitarios de síntesis química, por eso es importante tener en cuenta el llamado “tiempo de carencia”, que es el tiempo mínimo necesario fijado por el Senasa que debe transcurrir desde una aplicación hasta la cosecha del producto.

Sin embargo, debemos traer algunas alarmas: Primero, el productor orgánico debe hacer muchas más aplicaciones para poder enfrentar el mismo problema; segundo, la toxicidad es mucho más elevada que en la producción tradicional. Otro punto importante es la calidad del producto obtenido: la agricultura orgánica deja un desperdicio muy superior al de la agricultura tradicional, debido a la falta de control de ciertas adversidades que afectan la calidad visual de un alimento. Un tomate que se ve espectacular, seguramente fue tratado con productos fitosanitarios, y muy probablemente mediante un sistema de producción tradicional.

Es más, otro problema subyacente es que el precio que ese producto tendrá si es de producción orgánica, lo dejará fuera de competencia respecto de su par cosechado de modo convencional. Esto tiene que ver con los gastos en aplicaciones adicionales que involucra el trabajo de los agricultores orgánicos.

También es un mito que el sabor de un producto orgánico será mejor, por definición, al de un producto tradicional. El gusto de un tomate, por ejemplo, dependerá de si maduró o no al sol, y del tiempo de maduración que tuvo, independientemente del tipo de agricultura que se haya utilizado. Cuanto más tiempo esté en la planta madurando al sol, más cantidad de azúcar tendrá el fruto y por ende, más rico será.

En producción orgánica se utilizan muchos abonos naturales, en base a cama de pollo o heces animales, y esto es bastante riesgoso: La cantidad de bacterias que puede tener el producto si no llega en condiciones adecuadas a la góndola, puede afectar a la salud del consumidor.

No está registrado en ningún lugar del mundo que haya habido un problema a la salud con un producto tratado con fitosanitarios de síntesis química; sin embargo, hay sonados casos internacionales, fundamentados y evaluados, de afectaciones a la salud con productos de origen orgánico. Tal fue el caso, por ejemplo, que hubo en Alemania dondese produjeron muertes por haber ingerido tomates orgánicos contaminados con Scherichia coli, que habían sido producidos en España. La agricultura orgánica debe ser más exigente en cuanto a higiene.

La aparente contradicción entre agricultura orgánica y tradicional, no tiene base real. La forma de producción elegida debe ser la que más convenga al productor, según le sirva en su caso particular y según el mercado que tenga para esa producción. La utilización de un producto fitosanitario o de otro, deberá depender de la necesidad real de aplicarlo, previo análisis de conveniencia en tal sentido.

La clave de toda agricultura, orgánica o tradicional, reside fundamentalmente en el correcto monitoreo y análisis de los cultivos y del cuidado que se tenga al utilizar los productos para la protección de los cultivos, sean estos de origen natural o de síntesis química. Allí debe, en verdad, ponerse el acento.