El tomate es la hortaliza de fruto más consumida a nivel mundial. Si bien su consumo declina durante el invierno, se produce de distintas formas durante todo el año. Su producción viene en aumento como consecuencia de los elevados rindes debido al uso intensivo de la tecnología en la actividad. A nivel mundial, China e India son los principales productores, pero Holanda se destaca por ser primero en el ranking de rendimiento.
En nuestro país, en la campaña pasada los rendimientos alcanzaron las 76 toneladas por hectárea (un 8% más que lo producido en la campaña anterior), y muy cerca de los valores máximos alcanzados en el año 2017.
Esto significa que, a pesar de haberse reducido el área sembrada, hubo un aumento de la productividad por hectárea, y este aumento puede leerse como consecuencia de una correcta planificación en conjunto entre la industria y el productor.
Pero también es el fruto de una mayor tecnificación: mejor manejo del suelo y de las adversidades; el uso responsable de fitosanitarios y de la mecanización en la cosecha del cultivo. En definitiva, una mayor implementación de las Buenas Prácticas Agrícolas.
Desafíos de manejo
El cultivo no está exento de desafíos, sobre todo con relación a las plagas que lo afectan con mayor frecuencia. En este sentido, el Ing. Agr. Nicolás Martínez, asesor privado en el Cinturón Hortícola de La Plata, afirma que “el manejo de las plagas en la producción local de este cultivo es estratégico, siendo las mismas controlables con un manejo agronómico adecuado”.
Una de las más importantes plagas en este cultivo es la Mosca Blanca Bemisia tabacci, de la que existen dos razas. Una de ellas se desarrolla al comienzo del cultivo, y es la que produce una patología que se conoce como Maduración Irregular del Tomate (TIR, por sus siglas en inglés).
Según el Ing. Martínez, “hace 10 años observábamos que a mediados de marzo el tomate tardío salía a cosecha con una maduración muy despareja, esto es lo que se llama TIR”.
Esta madurez irregular se debe a una toxina que introduce la mosca blanca al momento de succionar savia de los tallos de la planta. De allí que el monitoreo sea una de las principales prácticas que permiten su prevención y control.
Luego de la incidencia de esta plaga se observó la presencia de frutos con maduración irregular, lo que llevó a realizar controles de vectores e insectos con diversos tipos de insecticidas. Con la aparición de las primeras razas de mosca blanca, comenzamos a confundir los síntomas con el Blochy repening (otra enfermedad fisiológica de este cultivo), pero concluimos que lo que afectaba al cultivo del tomate era TIR, y su causante era la Mosca blanca, una plaga que también se encontraba atacando pimiento y berenjena, y que luego se trasladó al cultivo de tomate.
Martínez contó que en un principio la plaga fue sobreestimada, llegando a requerir el uso de diversos insecticidas para su control, lo que llevó a la implementación del Manejo Integrado de Plagas. Para ello se trabajó en la capacitación del personal para monitorear esta plaga, contando con quienes ya trabajaban en el monitoreo en pimientos (para el control de peste negra) por lo que hubo que formar a este personal, para el control de Mosca Blanca en tomate.
Resultados benéficos
El Manejo Integrado de Plagas permitió disminuir la presión de esta plaga en el cultivo, y a su vez favoreció la aparición de insectos benéficos, como es el caso de la Mosca tigre Coenosia attenuata.
Anteriormente, este insecto benéfico ya no se encontraba en el cultivo, dado que era eliminado en los tratamientos sistemáticos para el control de la mosca blanca con productos del tipo no selectivos. Por lo tanto, el monitoreo genera menores costos en la producción, y permite la aparición de estos benéficos, mientras se cuida el medio ambiente”, afirmó.
Recomendaciones ineludibles
Por todo esto, en el marco de las BPA, se debe tener en cuenta -al momento de realizar una aplicación con fitosanitarios- el uso responsable de los mismos como primer premisa. Entre ellos, el uso del Equipo de Protección Personal (EPP) según esté estipulado en el marbete del producto, ya sea antes, durante y después de la aplicación. Lo mismo que el lavado de los envases una vez terminada la aplicación, lo que debe ser realizado sobre una mesa biológica. Un punto importante también es respetar los tiempos de carencia (el tiempo entre la última aplicación y la cosecha del cultivo) que indique el marbete para ese producto.
Mucha de esta información puede estar reflejada en la receta de aplicación que debe ser confeccionada por un profesional con matrícula habilitante al día. Todo esto hace a las BPA en el uso responsable de fitosanitarios, permitiendo de esta manera disminuir los riesgos para el aplicador, para el consumidor y el medio ambiente.