Desde siempre el hombre buscó su sustento en la naturaleza, sin embargo, con el advenimiento de la agricultura sistemática, comenzó también la tensión entre “el ambiente” y los “alimentos”. Imposible separarlos.
Aún así, la sociedad urbana moderna cuestiona en forma creciente a la mayoría de los sistemas de producción agropecuaria, en parte, por un generalizado desconocimiento del verdadero impacto de las nuevas técnicas que se van adoptando, muchas de ellas correctivas de sistemas previos.
Las diferencias hasta hacen aparecer como incompatible el objetivo de “comida para estas generaciones”, versus “mantener el mundo para nuestros nietos”.
Por supuesto que esto dista de ser así. Al contrario. Y así como se derrumbaron teorías alarmantes como el maltusianismo, que vaticinaba fuertes hambrunas frente a un crecimiento mayor de la población que de la producción de alimentos, también van a ir declinando otras creencias y mitos más recientes.
Por caso, los principales países proveedores de alimentos ya comenzaron a trabajar bajo el paraguas de la Agricultura Sustentable que no es, ni más ni menos, que: “producir más con el menor impacto ambiental”, y la realidad muestra que las tecnologías más modernas, cada vez más limpias, vienen a corregir errores históricos de técnicas anteriores.
El hecho es que, aunque falta bastante aún, los avances son innegables.
Hoy la agricultura es mucho más eficiente, y no solo por el volumen que se produce. Desde los ´80, se lograron reducir sensiblemente las emisiones en un 50%, igual porcentaje se disminuyó en el volumen de agua necesario ahora para producir una tonelada. Día a día aumenta la cantidad de químicos menos tóxicos y mucho más efectivos (banda verde y azul) que se utiliza en el campo, aventajando en este aspecto, incluso, a los aplicados en los propios hogares y a los agroquímicos aprobados para agricultura orgánica.
Problemas como la erosión están siendo fuertemente controlados con nuevas técnicas y sistemas en los que Argentina también es líder, como la labranza cero, o la mínima.
Los ejemplos se multiplican. Por caso, las “camas biológicas” (bioBeds o Biodeps) que fueron adaptadas ya en distintas partes del mundo, al comprobarse su éxito reduciendo en un 90% el contenido de plaguicidas en el agua. Los sensores electrónicos para detectar malezas y utilizar mucho menor cantidad de herbicidas, los satélites, la robótica, la ingeniería genética, toda la tecnología de punta hoy se concentra en la agroindustria, más que en cualquier otro sector, y con un único objetivo: lograr una producción sustentable, capaz de abastecer a una población mundial que va a seguir creciendo…